Manual para la enseñanza del diagnóstico y tratamiento del Síndrome de Fatiga Crónica a alumnos de medicina y psicología con poblaciones latinas

Abstract

El Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) es una enfermedad que se caracteriza por una situación de por lo menos seis meses de fatiga persistente e inexplicada, a pequeños esfuerzos tanto físicos como mentales y que resulta claramente discapacitante para la persona que la padece, ya que suele acompañarse de un contexto sintomático de tipo inflamatorio, doloroso, con alteraciones del sueño y otros síntomas asociados (Friedberg, y Jason, 2002).El paciente manifiesta de forma crónica y concurrente deterioro en memoria a corto plazo o concentración (suficientemente severo para causar reducción sustancial a nivel ocupacional, educativo, social o personal), dolor de garganta, tensión cervical o ganglios de axilas inflamados, dolor muscular, dolor de cabeza, sueño poco reparador y malestar posterior a ejercicio con duración de más de 24 horas. (Fernández, Cuscó, García, Vilchez, Alegre, y García, 2003). En los casos más dramáticos, un individuo saludable y de alto funcionamiento, puede llegar a ser severamente discapacitado y tal vez guarde cama de un día a otro sin causa aparente. La aparición abrupta de la enfermedad puede disparar miedo, aturdimiento y frustración. Su prevalencia es bastante uniforme a escala mundial (entre el uno por ciento y uno por mil adultos de la población general). En México, pocos estudios se han realizado con el fin de determinar y conocer su prevalencia. Luna, Coffin, Álvarez y Jason (2010), llevaron a cabo un estudio con 245 participantes, todos estudiantes de las carreras de Medicina o Psicología en tres regiones del país: Centro (Querétaro), Norte (Sonora) y Sur (Oaxaca). Se encontró que en cuanto a síntomas físicos, la presencia va de moderada a crónica en las tres entidades; los síntomas emocionales van de leve a moderado, y el factor cognitvo presenta una sintomatología moderada, en general. Con respecto al status socioeconómico, éste se considera como uno de los predictores más robustos para el estado de salud; un nivel socioeconómico alto correlaciona con una mejor salud, mientras que un nivel bajo se asocia con una salud pobre (Williams & Rucker, 1996). No obstante, existen inconsistencias en cuanto a la relación entre el status socioeconómico y la fatiga en estudios de prevalencia. Con respecto al SFC, algunos estudios han encontrado una mayor prevalencia entre individuos de estratos socioeconómicos altos (Gunn, et al., 1993). Song, Jason y Taylor (1999), mencionan que la prevalencia de fatiga rara vez incorpora variables sociodemográficas, tales como diferencias entre grupos étnicos. Cuando la etnicidad se ha medido en pequeños grupos de estudios comunitarios, se han encontrado niveles altos de fatiga entre ciertos grupos étnicos. En un estudio de Jason, Jordan, et al. (1999), encontraron que los caucásicos presentan niveles de fatiga menores que las muestra de afroamericanos y latinos. Los hallazgos sugieren que el lenguaje hablado en poblaciones latinas es importante en la predicción de la fatiga y en la importancia potencial de factores culturales, tales como la aculturación o el estrés cultural. En cuanto a los estudios transculturales, Yarris (2011), establece que los antropólogos que estudian el dolor y la enfermedad se han enfocado a dos dimensiones generales del malestar corporal. Algunos antropólogos médicos han dirigido sus análisis hacia la dimensión social del sufrimiento físico, viendo el dolor corporal como un reflejo de la privación social, mostrando el impacto de los contextos estructurales político económicos, en la experiencia individual (Farmer 1997, 2004; Scheper-Hughes 1992). En cuanto a los estudios transculturales que hay del SFC, Ware y Kleinman (1992), mencionan que un enfoque antropológico acerca de la cultura y la experiencia somática pueden construirse al elaborar la noción de que la enfermedad tiene un curso social. El presente proyecto es derivado del proyecto PAPIME PE304607, aprobado en 2008 y finiquitado en 2010, mediante el cual se financió la validación de un ins